Dolor

Dolor

 
De hoy en ocho días llegará la primavera. Le dice el esposo cogiendo con delicadeza sus ajadas manos. Ella lo mira resignada:
—Eso me dijiste la otra primavera. También la anterior. ¿Te acuerdas? Yo te creí. Y conté todas las horas de cada uno de los días que me acercaban al 21 de marzo. Porque esa fue la fecha que tu fijaste por los dos. Con tu ayuda, ese día yo me bebería el néctar que pondría fin a todas mis estaciones. Aún espero que cumplas tu palabra.
—La cumpliré. Esta vez sí.
Él quiere creer lo que está prometiendo. Hace ya demasiado tiempo que su mujer le pidió ayuda para morir dignamente. Ahora se lo suplica cada día. Verla así, un espectro de lo que fue, es un desgarro insoportable para él.
El hombre piensa en la vida que los dos perdieron hace diez años en aquel accidente que la dejo tetrapléjica. La mira compasivamente; sabe bien lo que espera. Como los pájaros y las plantas, ella necesita la llegada de la primavera:
—Sólo faltan ocho días. Voy a empezar a contar otra vez. No debo perder la esperanza.
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